sábado, 2 de junio de 2012

Danzas



Abro mi ventana y veo la danza incansable de los árboles con el viento,  la luz artificial hace brillar los bellos vestidos verdes dignos de temporada. Parece ser una coreografía en canon, un ritmo digno de la noche, jovial y elegante. El viento alienta un nuevo paso y las incontables extremidades de los bailarines siguen la trayectoria de estas caricias; tener sus pies adheridos en la tierra no les impide seguir la danza. Mientras más sopla el viento el éxtasis de las fractalarias ramas se hace más intenso, la danza entra en frenesí, el centelleo del vestuario adorna los movimientos que se hacen más largos y pronunciados. El viento sopla una última vez y cansado regresa al cielo a recobrar fuerzas, se le puede escuchar suspirar, mientras los bailarines culminan con un aplauso frenético de sus hojas...